Castillo de Almodóvar del Río

Es uno de los castillos mejor conservados de España, completamente reconstruido en el siglo XX. Es famoso por su aparición en Juego de Tronos, representando Altojardín y Roca Casterly.

Su restauración lo convierte en un ejemplo espectacular de arquitectura medieval y punto cultural.

Visitas teatralizadas y recreaciones históricas.

Fortaleza de origen árabe, construida en el siglo VIII

1901 y 1936

252 m

Horario

Abierto todos los días; horarios variables según la temporada.
Calle Castillo, s/n, 14720 Almodóvar del Río Córdoba, España.

Desde 2021, el castillo de Almodóvar del Río, en la comarca del Valle Medio del Guadalquivir, abre sus puertas para ofrecernos la más vibrante lección de historia y patrimonio. Erigido allá por el siglo VIII, su restauración a manos del arquitecto Adolfo Fernández Casanova, durante el primer tercio del siglo XX, le devolvió los bríos del pasado. ¡Y vaya pasado!

Baluarte del califato que Abderramán III asentó en 929, vio pasar a almorávides y almohades y, más tarde, a las tropas de Fernando III el Santo, que ya habían conquistado la capital en 1236. Su privilegiada posición junto al río Guadalquivir, en un promontorio a unos 250 metros sobre el nivel del mar, hizo que los reyes cristianos –Alfonso XI el Justiciero, Pedro I de Castilla, quien, según la leyenda, custodió aquí sus tesoros, y Enrique II de Trastámara, entre otros– se aplicaran a las tareas de su refuerzo y ampliación.

Así, lo que vemos hoy no tiene mucho que ver con la concepción emiral del conjunto. Por ejemplo, en una primera fase, no se levantó ninguna torre en su perímetro, mientras que hoy presume de nueve, cinco de las cuales vieron la luz en el siglo XIV: la del homenaje, la Cuadrada, la de la Escuela, la de las Campanas y la de la Ceniza. La primera, con sus 33 metros de altura y separada del complejo por un pequeño puente, es la más notable; y, a buen seguro, los fans de Juegos de Tronos reconocerán su enhiesto perfil dentro de Altojardín, la residencia de la casa Tyrell. Tanto les fascinó este castillo a los creadores de la serie que también se sirvieron de él para recrear las mazmorras de Roca Casterly, el bastión de los Lannister.

Al fin y al cabo, el castillo fue también cárcel. Tras sus muros se apagó en 1414 Fadrique de Castilla, primer duque de Benavente, que se había enfrentado a Enrique III; y solo unos años antes, la joven dama Juana de Lara, esposa del infante Tello, hijo natural de Alfonso XI, se contó entre sus reos. Así lo cuentan las crónicas del canciller Ayala: “Mandó el rey llevar presa a Almodóvar del Río, un castillo muy fuerte que está cerca de Córdoba, a doña Juana de Lara (…)”.

Tenía fama de fuerte, y en verdad lo era. Inexpugnable, más bien. A pesar de ello, el tiempo, más combativo que cualquier ejército, acabó haciendo mella en sus muros. Adquirido en 1629 por el caballero de la Orden de Santiago Francisco de Corral y Guzmán, quien desembolsó por él poco más de 15.000 maravedíes al rey Felipe IV, a finales del siglo XIX amenazaba ruina. Inspirándose en los postulados del teórico y arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc y del italiano Camillo Boito, se acometió su reconstrucción, que se prolongó durante treinta y seis años y resultó la más costosa ejecutada en un castillo privado español hasta esa fecha. Todo, gracias al impulso de su entonces propietario, el XII conde de Torralva Rafael Desmaissieres y Farina. Entre otras novedades, se incorporó una última torre, la Pequeña, y se recuperaron los aljibes con la idea de que volvieran a proporcionar agua a la fortaleza.

Cien años después, el castillo goza de una salud envidiable, en parte, por el interés que suscita entre sus visitantes. A lo largo del año, la oferta turística se sustancia en un sinfín de actividades, como las Jornadas Medievales de Recreación Histórica –en los meses de febrero, marzo y octubre–, las Noches de Luna Negra, que, coincidiendo con el Día de Difuntos, escenifican los misterios y leyendas más pavorosos del recinto (¿quién dijo miedo?), los almuerzos medievales –para señoras, señores e infantes– y, cómo no, los entrenamientos de combate medieval, que se desarrollan durante varios fines de semana.

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